2018: Año en el que debemos hacer cosas grandes

Si no nos apresuramos, estamos casi cercanos a perder dos décadas. Me acuerdo como si fuera ayer, la despedida del 1999. Yo acababa de cumplir 30 años. Los temores de un posible colapso cibernético predominaban en la discusión diaria. Llego el 2000, para muchos una oportunidad única, pues no todos los días, podemos celebrar un cambio de siglo, pero también de milenio.
 
Aquel Puerto Rico, dejaba atrás la década de los noventa que fue un período de bonanza, entre la expansión económica de la economía de Estados Unidos, bajo Clinton, y las mega obras de Rosselló padre. Fue la última década que Puerto Rico vería crecimiento económico.
 
Así entramos como con el pie izquierdo al nuevo milenio. Empezando el gobierno de Sila Calderón, comenzó una hemorragia de cierres de fábricas, a raíz del fin de la Sección 936. Se comenzaba a cocinar la depresión que más tarde se formaliza en el 2006.
Temprano en el nuevo milenio, nos sorprendieron los ataques terroristas de septiembre 11 de 2001. La economía insular comenzaba a debilitarse y ya merodeaban a la Isla los analistas del crédito de Nueva York. Se seguía emitiendo deuda pública, como un suero a un paciente que agonizaba.
 
2008 – 2016
 
Así llegaron tres gobiernos subsiguientes, el de Acevedo Vilá, el de Luis Fortuño, y el de García Padilla.
 
El primero (2005 – 2008) tuvo que bregar con un gobierno dividido que creó las condiciones para el cierre gubernamental de 2006. En el 2008, explota la crisis financiera en Estados Unidos, y nos salpicaron $7,000 millones para intentar ayudar la economía local, que se hicieron “sal y agua” entre el 2010 y el 2011.
 
Entre 2009 y 2012, el gobierno intentó reformas que no pudieron salvar lo que ocurriría a partir durante el gobierno de García Padilla, la degradación del crédito, el abismo fiscal y los impagos que provocaron la imposición de una Junta Fiscal por el Congreso.
El famoso “Me vale” durante abril de 2013, levantó la ira de “Wall Street” y nos cerraron los mercados de capital, con las consecuencias que aún hoy pagamos.
 
2017
 
Así llegamos, al actual gobierno que entró con “bombos y platillos”, para cinco meses mas tarde radicar la mayor quiebra en la historia de Estados Unidos, y luego enfrentar dos poderosas tormentas que destruyeron a la Isla. El nuevo gobierno local (demócrata) también choca con una Casa Blanca y un Congreso ultraconservador, racista y xenofóbico, que abiertamente legisló una reforma contributiva que nos excluyó, aún sabiendo que afectaría a la economía local.
 
Momento de pensar en grande
 
Hoy, luego de casi dos décadas de problemas y desafíos que parecen no acabar, tenemos que comenzar a pensar en grande. Luego de un fatídico 2017, que literalmente casi nos mata como pueblo, no tenemos otra opción que no sea iniciar un “proyecto de país” que permita construir nuestras propias soluciones a los diversos problemas que tenemos.
 
Los grupos políticos, empresariales, sindicales y profesionales deberían convocarse en una especie de asamblea permanente, y comenzar a delinear estrategias no tradicionales bajo un nuevo modelo de gobernanza.
 
En el corto plazo, el mayor reto es sacar a la economía de la caída en espiral en la que se encuentra desde el 2006. El dinero que entrará a la economía para la reconstrucción de la Isla debe ser utilizado pensando en crear las condiciones para un despegue de la economía a partir del 2020.
 
El segundo reto, es frenar la emigración de miles de hermanos a los Estados Unidos, que amenaza con dejar a la Isla despoblada. Un tercer reto que requerirá mucha voluntad es finalizar con la quiebra del gobierno. Esto demandará mucha creatividad y disciplina fiscal, para amortiguar los costos sociales y económicos que este proceso conlleva.
 
La lista de retos sobra, pero urge un nuevo modelo de gobernar y, sobre todo, mucha madurez de todos los sectores involucrado y afectados por la crisis. Lo que ha quedado claro, es todas las recetas anteriores han fracasado, y el país se nos muere.
Invito genuinamente, a que miremos el 2018 como el año de hacer las cosas diferentes y comenzar a trazar la ruta de los cambios radicales que necesita Puerto Rico.
 
Por el momento, muchas felicidades y cosas buenas para todos.