Lecciones no aprendidas a tres meses de “María”

A tres meses del golpe devastador del huracán “María”, todavía el país respira el olor a “diesel” de los miles de generadores que han sustituido la difunta Autoridad de Energía Eléctrica. Dentro de un país que sigue mayoritariamente en tinieblas, existe otro que intenta ser feliz, aunque de forma temporera durante la época de la navidad. En ese esfuerzo de intentar ser “felices”, entre el “coquito” y el pernil asado, debemos tener cuidado en olvidarnos del otro Puerto Rico, que no solo no tiene energía, sino que “María” le llevó lo poco tenían, incluyendo su casa.
 
A tres meses del paso del peor evento natural en tiempos recientes, hay muchas lecciones que debimos haber aprendido y que hemos decidido ignorar. Al ver la destrucción mortal que ocasionó el huracán, éramos muchos los que pensamos que esa devastación y los retos subsiguientes, servirían para un cambio radical en el curso de las acciones que como sociedad deberíamos corregir.
 
Hoy, según Puerto Rico regresa a una frágil normalidad, se agrietan los débiles consensos y se disuelve la actitud solidaria que había en los días subsiguientes al paso de “María”. La hermandad y solidaridad que nos llevó a todos a fundirnos en un solo pueblo detrás de una misma causa de superación, parecen quedar en el olvido, según regresamos a la cotidianidad.
 
Basta con leer los titulares de la prensa, para validar que, a pesar de la devastación, y los retos que tenemos por delante ya estamos de vuelta a las viejas malas prácticas, de antes de “María”. El consenso entre los economistas es que el efecto del huracán es que va a atrasar por mucho tiempo más la ansiada recuperación económica, luego de casi doce años en depresión. La clase dirigente y la propia oposición parecen ignorar esa realidad.
 
Por más dinero que envíen FEMA y el Congreso para financiar la reconstrucción, un país, que insista en continuar sumergido en conflictos sociales y políticos, jamás va a poder superar el estancamiento y el subdesarrollo. La convergencia, por más idealista que parezca esta aspiración, es inevitable, si queremos viabilizar un mejor Puerto Rico.
 
La segunda lección no aprendida, es no poder controlar los malos manejos del dinero público. La situación que creó la contratación de la empresa “White Fish” dejó ver la posibilidad del mal uso de los recursos federales, en un momento crucial. Nuevamente, nos debilitó la credibilidad ante el gobierno federal y la opinión pública norteamericana, en un momento crucial para la recuperación de la Isla.
 
Una tercera lección no aprendida, es la falta de transparencia financiera. Ante la intensificación del proceso de quiebra, bajo el titulo 3 de PROMESA, salió a relucir que el gobierno tiene $6,000 millones en diversas cuentas. Esto refleja que la posición de liquidez no es la correcta y que posiblemente, se ha estado engañando a la Jueza de quiebras, y a los acreedores. Urge la transparencia, para poder llegar a un acuerdo favorable en torno a la reestructuración de la deuda y del gasto del gobierno.
 
La cuarta lección no aprendida luego de “María” es que cualquier proceso para reconstruir física y económicamente a Puerto Rico, requerirá una unión de voluntades de todos sus sectores sociales y políticos. Los retos previos al huracán eran inmensos y ahora son mayores aún. Si bien es cierto que el Gobernador ha demostrado voluntad de unión al convocar un frente común que reúne a varios sectores económicos y de la clase política, aún persiste una grave polarización política que parece minar los esfuerzos de unidad que convoca el mandatario. Desde la legislatura, sigue saliendo legislación alejada de las prioridades del país que es su recuperación, en un claro ejercicio de política partidista en el peor momento histórico.
 
Puerto Rico se podrá levantar, cuando profundicemos realmente sobre como debemos actuar en un momento trascendental como el presente. Aún estamos a tiempo para aprender las lecciones que nos dejó “María”.